Para comprender la kinesiología debemos entender nuestro cuerpo como un conjunto, en el que el apartado físico y el emocional van unidos. De esta manera, si algo afecta a uno de los dos aspectos se ve repercutido en el otro. Por ejemplo, un estado de enfado, no solo afecta a nuestro ánimo si no que tiene consecuencias físicas también. De igual manera una lesión muscular u ósea nos puede pasar factura anímica y emocionalmente.
Entendiendo este factor así, podemos comprender mejor los factores del estrés. A pesar de que en un principio hablemos de un problema psicológico, los efectos se traspasan con facilidad a las diferentes partes del cuerpo. El estrés no solo puede desembocar en ansiedad o depresión, también responde a la fatiga, dolores musculares e incluso caída del cabello, edemas, urticaria…
De igual manera que los síntomas se manifiestan en el plano físico y psicológico, aplicando soluciones en un aspecto, repercutirá en el otro. Sobre esta teoría, la kinesiología plantea un remedio contra el estrés mediante acciones físicas, ejercicios y masajes. Otro factor por el que la kinesiología es un camino clave para escapa del estrés es su formato de diagnóstico.
Una de las vías más directas para poner fin a situaciones de estrés alto, es tratarlas desde su origen. Mediante el test muscular que marca el inicio de una terapia de kinesiología, se podrá identificar la raíz del problema y desbloquearlo. Solo así, el cerebro almacenará esta información como una experiencia libre de estrés y el bienestar emocional y físico empezará a manifestarse.
Son muchas las alternativas que encontramos dentro de la kinesiología para combatir el estrés. Desde la programación neurolingüística, al reiki o la medicina tradicional china, pasando por masajes o métodos de liberación emocional. Recuerda que solo un profesional en kinesiología puede tratar este tipo de problemas y poner una solución real.