Este tema que ahora abordamos fue desarrollado por varios autores, en particular Serge Tisseron, Anne Ancelin Schutzenberger, Gérard Athias et Marc Fréchet.
- Athias y M. Fréchet además integraron a esta aproximación las aportaciones de la biodescodificación de las enfermedades. Según estos investigadores, el conflicto programante está a menudo relacionado con una historia familiar secreta. El resentir debido a un acontecimiento-choque, mal vivido por un ancestro, puede ser transmitido, vehiculado de generación en generación, y conllevar síntomas comportamentales y psíquicos para un descendiente.
La transmisión inconsciente de un secreto de familia, puede concernir:
- El tema del secreto
- El lugar
- El momento, dando lugar a lo que se denomina, síndromes de aniversario.
De un modo general, las principales temáticas de los secretos de familia son tales como:
- Sexual (violación, incesto, adulterio, homosexualidad)
- Semi-sexual (aborto, hijos fuera del matrimonio, ilegítimos, sin nombre)
- Violencia (muerte, asesinato, tortura)
- Pecuniario (robo, fraude, herencia)
Estos secretos son cosas de las cuales no se debe hablar, no hay que decirlas ni escucharlas.
Es frecuente encontrar fracasos escolares, particularmente en matemáticas, en familias con secretos relacionados con hijos extramatrimoniales. De hecho, cada vez que el profesor plantea un problema con una variable X desconocida, ello pone inconscientemente en relación al niño con lo desconocido, lo que les hace vibrar emocionalmente y causa momentos de ausencia.
Estos fenómenos de los secretos de familia, han sido objeto de numerosas observaciones y los estudios muestran que son estadísticamente significativos. Sin embargo, no existe hoy en día una explicación definitiva, una teorización verificable, científica, en cuanto a la transmisión de dichos secretos de familia.
Varias hipótesis circulan actualmente, pero siguen siendo sólo hipótesis, metáforas. Ciertos lo ven como un ejemplo de transmisión de un recuerdo de inconsciente a inconsciente, siendo este recuerdo el vínculo que une un objeto (tiempo, lugar, tema) con una emoción, un sentido.
De cierto modo, el ser humano es la suma de sus recuerdos emocionales, personales, familiares y culturales.
- Freud estudió el inconsciente personal, CG Jung el inconsciente colectivo. Estos descubrimientos más recientes nos conducen al inconsciente familiar.
Lo que es sorprendente es que el heredero del secreto de familia no deja de presentir o adivinar que algo sucedió; a un nivel totalmente inconsciente sabe exactamente qué sucedió, dónde y cuándo. Y guarda estos elementos en su inconsciente.
Cuando conocemos a alguien, conocemos al mismo tiempo a una familia, usos y costumbres, evidencias que son creencias, valores ligados a la historia familiar.
En terapia, un criterio que nos permite seguir la pista de un secreto de familia es la desproporción entre un acontecimiento y la reacción emocional que conlleva. La reacción parece exagerada y no hallamos el elemento en la vida de la persona, en términos de conflicto programante, que lo justifique. O bien, el síntoma se mantiene a pesar de haber repasado conscientemente el recorrido de la persona en toda su vida.
Otro criterio es el carácter irracional o compulsivo de las reacciones. Las personas que tienen la impresión de hacer cosas a su pesar, de no poder controlar sus reacciones, ser el juguete de sus emociones. Todos estos automatismos, comportamientos irresistibles, actitudes de fracasos repetidos, en que la persona entra en contacto con una emoción desbordante, son indicios que pueden orientarnos a una posible herencia familiar.
Para descubrir, para contactar estos dramas enmascarados, la primera solución es preguntar a los padres o abuelos, pero no siempre es posible. Deberemos entonces ir hasta la fuente mediante otra vía y esta vía no es otra que la emoción. Si una persona vive un síntoma ligado a un secreto de familia, significa que realmente está vinculado con el drama. Todo síntoma es el eco del recuerdo emocional, bien sea personal o familiar.
Al contactar con el resentir que acompaña a un síntoma, es posible reactivar, hallar los recuerdos fundadores. De un modo imaginario, alucinatorio quizás, pero metafórico seguramente, la persona halla espontáneamente (la hipnosis puede ayudar en algunos casos) un acontecimiento muy preciso, de una gran frescura, como si ella misma estuviese presente en la escena. Puesto que, una vez más, el síntoma es la emoción no dicha.
Hacer entrar a la persona dentro de la emoción es permitirle tomar consciencia de un acontecimiento que se exprime de todos modos.
A menudo es más sencillo de lo que creemos el hecho de liberarse de los secretos de familia. Puesto que aunque se trate de acontecimientos atroces, innombrables, el hecho de expresarlos, de sacarlo fuera hace que deje de estar dentro. Una vez la palabra es expresada, una vez la toma de consciencia es verbalizada, deja de ocupar el inconsciente.
Ello desencadena frecuentemente, según palabras de Freud, una abreacción, liberación emocional, descarga (gritos, temblores, lágrimas…). La persona seguidamente se siente calmada.
Lo peor es antes y no después. Las personas tienen miedo de lo que van a descubrir, no quieren indagar sobre el acontecimiento, el recuerdo, esta violencia. Puede que tengan la impresión que no lo soportaran o no sobrevivirán a ello. Ahora bien, no es el caso. Una vez la persona va al acontecimiento y se queda unos instantes, se siente liberada, calmada, de inmediato. La mayor parte del tiempo, la toma de consciencia en la emoción basta para curarse, aunque sean acontecimientos muy importantes.
Lo que da fuerza a los secretos es su carácter inconsciente, escondido, no dicho, operan en la sombra.
Puede que sea de provecho en algunos casos, pedir a la persona llevar a cabo un acto simbólico, para de algún modo terminar con el proceso, conducir la reparación, concluir el recuerdo que no halló solución.
Alejandro Jodorowski habla de actos psicomágicos, Jaques Salomé de actos simbólicos, Milton Erikson de prescripción de tareas.
Estos actos simbólicos son eficaces en tanto que responden a un principio terapéutico fundamental: la realidad metafórica de cualquier cosa, para los órganos, por ejemplo, el hueso es la metáfora de las vigas de la casa; el hígado de la reserva de comida. Cuando una persona pierde su trabajo, es una metáfora de perder su comida y tener miedo de morir de hambre.
Todo es metáfora de todo y ello es aplicable tanto al enfermar como al curarse.
Según numerosas creencias, el acto simbólico es igualmente útil para los ancestros difuntos, para liberar lo inacabado, los sufrimientos no arreglados, de sus culpabilidades.
Lo que está claro es que trabajar en estos secretos evitará a nuestros hijos y descendientes tener que sufrirlos.
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